Como evitar las discusiones con mi pareja
- Ulises de Esparta
- Romance
"MI PAREJA Y YO DISCUTIMOS CONSTANTEMENTE POR COSAS QUE NO SON RELEVANTES, O POR SITUACIONES QUE YA PASARON HACE TIEMPO, INCLUSO AÑOS. BUSCAMOS CUALQUIER PRETEXTO PARA PELEAR. Y ESTO SE HA VUELTO UN CÍRCULO VICIOSO EN EL CUAL LAS DISCUSIONES SON LA ÚNICA FORMA DE COMUNICARNOS".
Hay que recordar que discutir es natural y común, el hacerlo dentro de la pareja tiene su lado positivo y su lado negativo. En el aspecto positivo nos indica que existe la comunicación aunque sea deficiente, por eso mejor una discusión a quedarse callados. Es importante saber qué razones provocan las discusiones para poder hacer algo para solucionarlas; algunas causas podrían ser: el dinero, los hijos en caso de tenerlos, el sexo, los celos, la dependencia emocional o la lucha de poder (cuando uno quiere dominar al otro). Conocer el origen de nuestras disputas nos ayudará a dejar de ser rivales para así poder construir relaciones más sanas en vez de destruirlas.
Por otro lado en lo negativo, las discusiones hacen que las personas se distancien, o que sea la única forma de comunicarse y en casos más graves hacen que las parejas terminen por separarse.
¿QUÉ PODEMOS HACER PARA EVITAR LAS DISCUSIONES?
- Hablar en primera persona. Es importante hablar de uno mismo primero usando frase como: "yo pienso", "yo siento", "yo opino", ya que son palabras más claras para lograr un buen dialogo. Por otro lado hay que evitar frases como: "tú me dijiste", "tú eres", "tú me hiciste sentir mal", porque lo único que provocan son la culpa y el chantaje hacia la otra persona.
- No calificar a la pareja. Cuando se discute por lo regular solemos usar frases como: "tú me heriste", "tú eres malo conmigo" o "tú me ignoras". Este tipo de palabras tienen por consecuencia que la otra persona se sienta agredida y lo que vamos a lograr es provocar que nos ignore, o que la discusión no tenga ningún fin productivo como sería el de solucionar las cosas.
- No traer el pasado al presente. Al estar discutiendo con nuestra pareja, muchas veces solemos agregar cosas del pasado, incluso de años atrás, podemos decir: "es que hace 3 años cuando te conocí no eras así," o "antes eras más cariñoso". Hacer eso es una muestra de agresión, porque el pasado ya no se puede cambiar y sólo podemos influir sobre el presente.
- Eludir el uso de palabras categóricas. Evitar palabras como "nunca", "siempre", "todos los días". "Nunca festejamos nuestro aniversario", "siempre me haces sentir mal". Quien escucha este tipo de frases actuará muy probablemente a la defensiva, porque es muy seguro que no actúe siempre de una manera o de la otra y que existen excepciones en la cuales uno se comporta de diferente manera.
- Buscar un lugar neutro para dialogar. Para conversar con una persona y solucionar problemas no hay nada mejor que hacerlo en un lugar neutro y sin acompañantes tales como familiares o amigos.
- Buscar el diálogo en una cafetería o un restaurante es una buena opción ya que así ninguna de las dos partes se sentirá agredida y habrá más libertad para dialogar.
- Escuchar a la otra persona sin interrumpirla. Cuando tenemos una conversación con alguien, es muy importante no interrumpirlo porque se pierde el mensaje que desea transmitirnos y lo único que vamos a lograr son discusiones sobre otros temas que no son relevantes.
Si aun con estos consejos sigues discutiendo sin llegar a algún acuerdo será importante buscar ayuda profesional, siempre y cuando ambos estén de acuerdo, ya que tal vez sea necesario arreglar cuestiones que existan en la historia personal de cada uno y esto es lo que está provocando las discusiones. Además hay que tener presente que cada pareja es única y que no existen consejos universales, por eso recuerda que lo más importante para mantener una relación de pareja estable es la comunicación clara. En las relaciones de pareja, más vale prevenir que lamentar.
32 y soltero
- Ulises de Esparta
- Romance
SUELE SER FÁCIL YA QUE ENTRE SEMANA LA VIDA PASA ENTRE CASA, EL TRABAJO Y ECHAR OJO A CUANTO TIPO BUENO SE ATRAVIESA POR EL CAMINO, PERO A VECES AL LLEGAR A CASA Y VER LA SOLEDAD, ES ATERRADOR A VECES, SANO EN OTRAS Y DEFINITIVAMENTE LIBERADOR.
Como capital del país es muy diversa en diversión y lugares para encontrar con quién pasar el rato, desde saunas, bares y lugares de encuentro poco comunes, aunque nos ayudamos de la tecnología, como el Facebook y otras páginas para ligar, pero a veces suele ser algo aterrador, porque conocemos al príncipe pero al besarlo se transforma inmediatamente en sapo.
Llenos de diversidad de géneros para escoger (aunque en mi caso, la red solo atrapa a aquellos que gustan de una edad un poco más adulta), lo que aun no alcanzo a comprender es en qué etapa de la vida pasamos de ser cazados a cazadores.
Lo más conveniente es aceptar el hecho de que por circunstancias de la vida estamos solos y que nos sentimos cómodos con ello, porque después de los treinta la mayoría nos aceptamos como somos y enfrentamos el hecho de que si en treinta y dos años no se encontró lo que se buscaba fue por dos motivos circunstanciales, o lo dejamos pasar o no nos percatamos que la juventud dura un suspiro.
Conocer gente no es difícil, mucho menos complicado solo que no persiguen los mismo sueños que queremos y aun me asombro como la edad es un perfecto imán para atraer gente, es algo así como dime tu edad y te diré que tanta atención te presto. Por lo general se cumple con el objetivo, con la idea, pero no pasa del momento. Del deseo y de la facilidad con que las personas buscamos desesperadamente con quien compartir nuestra vida y nuestro tiempo.
Creo que el primer paso para sentirnos cómodos es aceptar las cosas que tenemos y aceptarnos nosotros mismos como personas únicas, individuales y con rasgos que nos diferencian de los demás. Acepta lo que eres y vencerás, desde la soledad, hasta el amor propio, no convencerse, aceptarse, claro que muchos que aun andan en el closet dirán que no es necesario, pero en este punto me planteo una pregunta. Te aceptas o te reprimes.
Masculinidad palabras y estereotipos
- Ulises de Esparta
- Romance
Pero no nos engañemos, no es sólo un estereotipo más. Lamentablemente, la masculinidad ocurre como una retorcida forma de control sobre las personas: todo pudiera ser más fácil siendo varón y masculino. Semejante método de control social necesita un opuesto, un ser complementario (lo femenino). Alguien débil y pasivo que necesita protección y expresar sus emociones: un objeto de deseo. No tan interesada en el sexo por sexo, sino con miedos y necesidades de todo tipo. Atiende a los detalles, por lo que su mirada dulce y empática no podría enfrentarse a la dureza del mundo: mejor quedarse en casa y cuidar para ser respaldada. Así, masculino y femenino se atraerían, serían complementarios el uno del otro. Las supuestas cualidades positivas y negativas de ambos permiten mantener la situación social sin cambio alguno: por ejemplo, creer en la valentía y fortaleza del hombre permite el sacrificio de sus necesidades y su monopolio de la vida social/política; creer en la emotividad y calidez femenina permite “encerrarla en un lugar seguro” cuidando de los descendientes y situarla a la sombra de un varón. Aceptar otras posibilidades pondría en peligro el control de unos sobre otros. Es decir, poner en peligro que muchos hombres tengan más poder que muchas mujeres, así como que muchos heterosexuales tengan más poder que muchos homosexuales. Todas las diferencias sexuales son reducidas cuando hablamos de ser femenino o masculino. En consecuencia, no son sólo creencias: son valores, ideología y dominación a través de las ideas y la política.
Por si no ha quedado claro, estas ideas de masculinidad desprecian el hecho homoerótico. Que dos personas del mismo sexo sientan deseo y sean complementarias entre sí pone en peligro el control social descrito antes. ¿Por qué si no resulta tan difícil para una persona abiertamente homosexual acceder a un cargo político? De muy sutiles formas el dinero, los cargos políticos, el poder asociado a la religión… suelen ser favorecidos para los varones que se ajusten a determinadas ideas rígidas de masculinidad. En 1975 una antropóloga, Gayle Rubin, desarrolló una idea que nos ha permitido tomar consciencia, el “sistema sexo/género”: la sociedad transforma la sexualidad biológica en actividad humana. En este sentido, las mujeres tienen el privilegio biológico de dar a luz, pero la biología no las encierra en casa como amas de casa. De ahí tanta lucha feminista en las últimas décadas. ¿Y qué pasa con nosotros? los gays traicionamos tales ideas. Según esos valores, pudiéramos como varones someter a las mujeres, pero preferimos relacionarnos como igual, no estamos interesados en tal cosa. Lesbianas, peor aún, rechazan la idea de sometimiento a un varón. Repito, “la sociedad transforma la sexualidad biológica en actividad humana”. Así, la conducta sexual entre dos varones es convertida en un producto cultural, en una actividad que no está al margen de la sociedad donde se vive. Hasta aquí y con lo cual, ¿qué posibilidades tiene un varón gay? Por un lado, con el estereotipo masculino, ¿cultivar su fuerza y violencia contra quién? Quizás, tragarse los propios miedos y necesidades hasta atragantarse, sin buscar ayuda ni explicaciones. Siempre quedaría al menos la pasión sexual hacia su objeto de deseo, ser alguien práctico que hace lo más fácil.
Sin embargo, recuérdese la alta tasa de suicidios cuando tanta homofobia es interiorizada. Por otro lado, con el estereotipo femenino, ser emocional y diplomático; mantenerse con miedos y necesidades de todo tipo. Con certeza, ninguno de los dos nos corresponde, debemos construir nuestro propio género. Cada uno de nosotros pudiera necesitar deshacerse de tales ideas para entenderse a sí mismo. Aparece por tanto algo positivo entre tanta precariedad: los homosexuales, al ser expulsados de tan rígidos estereotipos, podemos ser libres. Gracias al punto de vista en el que vivimos, se nos hace más accesible desarrollarnos por encima de tales ideas. Ser valeroso aceptando nuestros miedos y necesidades; ser prácticos sin olvidar los detalles; cuidar de nosotros mismos. No hablo de ser femenino. Según investigaciones con cuestionario, tanto hombres como mujeres que puntúan alto en feminidad tienen una autoestima más baja. Hablo de estar por encima de ser masculino o femenino. Cada vez más personas reniegan de estos roles. Pero alguien que sólo entiende de ser hombre o mujer, de ser masculino o femenino, tan sólo será capaz de ver pluma. Pensad en una mujer transexual masculina y lesbiana. Se nos hace difícil visualizarlo, ¿verdad?: eso es género; palabras y estereotipos. ¿Existe algo masculino y único en el hombre? Es difícil responder cuando sólo tenemos datos de nuestra cultura, cómo pudiéramos diferenciarlo de la educación. Estas ideas de masculinidad cambian con el tiempo y muchas creencias/ideas son difíciles de traducir de una cultura a otra.
Quizás os interese saber que no existe ninguna característica que todas las culturas hayan juzgado masculinas. En este sentido, no me refiero a reconocer que la mayoría de hombres puedan desarrollar más fuerza física que la mayoría de mujeres, sino que una cultura considere que una mujer fuerte sea menos femenina. Por ejemplo, hablemos de algunas culturas donde sus creencias de masculinidad son difíciles de encajar con nuestra cultura. Quizás hayáis escuchado hablar de los “andróginos” de la mitología clásica, que nos cuenta Platón en su obra El Banquete. Eran seres muy perfectos de cuatro brazos y cuatro piernas, mitad hombre y mitad mujer, a los que Zeus separó como castigo; desde entonces las dos mitades se buscan entre sí, “buscan su alma gemela”. Pero quizás no te hayan contado que también había andróginos de cuatro brazos y cuatro piernas, con dos mitades de hombre; incluso un tercer tipo de andróginos con dos mitades de mujer. Así, en los valores de la mitología clásica, había hombres que buscaban en otros hombres su ser complementario, por obra de la naturaleza. Creían los griegos antiguos que los varones masculinos se sentían atraídos hacia la belleza. La juventud era bella y, por tanto, lo masculino pudiera sentir atracción hacia chicos y chicas jóvenes.
Os sorprenderá saber que en una cultura de Wogeo, en una isla de Nueva Guinea, los adolescentes varones son animados por sus adultos a tener una relación homoerótica con adolescentes de su misma edad. Éstos se dan muestras públicas de afecto que no son permitidas al resto de relaciones eróticas. Se masturban mutuamente y tendrán por encargo cada uno buscarle esposa al otro, lo cual no requerirá terminar con su erótica amistad. Hasta entonces las relaciones cóitales o con mujeres son aplazadas. En muchas culturas del este creen que la capacidad sexual es limitada, como si el semen fuese un líquido vital que pudiera agotarse y consumir al varón por ello. Nos llama la atención un par más de estas culturas, los etoro de Papúa Nueva Guinea y una en Sambia, quienes enseñan a adolescentes que para alcanzar la masculinidad adulta deben antes en su adolescencia “beber masculinidad” (podéis haceros una idea). No justificamos tal cosa: sencillamente, si algo queda claro es que la homosexualidad no es menos masculina, depende sólo del momento y lugar cultural desde donde se mire. Más lejos, lo mismo pudiera decirse de cualquier otra característica de la masculinidad, es una ilusión. Por tanto, puede afirmarse que existen muchas masculinidades. Finalmente, tener pluma no es vergonzoso y puede ser cuestión de orgullo (o, al menos, no es menos digno que ser masculino). Como dicen, “si tu pluma les molesta… clávasela”. Mejor relajarse y ser uno mismo.
Cádiz, ciudad de gais: el origen de la leyenda
- Ulises de Esparta
- Romance
Por obra y gracia de esta suerte de mitología contemporánea, no son pocos los que creen que Cádiz es un “reino sarasa” en el que existe una población homosexual superior a la de otras partes. Y para justificar su creencia, muy explotada en el humor y en el Carnaval, aportan razones varias: desde la acogida en la ciudad de un buque de homosexuales naufragado a militares gais que, al ser descubiertos, se quedaban en Cádiz en lugar de embarcar. Ahora, el estudio histórico Los orígenes de una leyenda: Cádiz como ciudad de invertidos ha conseguido encontrar el origen del mito y, de paso, desmontar su validez.
Hace años que el catedrático de la Universidad de Cádiz, filósofo e historiador Francisco Vázquez se propuso encontrar una explicación a la extendida creencia. La encontró en un escándalo político ocurrido en la ciudad, con el Desastre de Filipinas, como telón de fondo, y que motivó una crisis de Gobierno. En octubre de ese año, el gobernador civil de Cádiz, Pascual Ribot, fue acusado de “tolerar y reglamentar la prostitución masculina homosexual”. En plena crisis nacional, el suceso se magnificó y alcanzó fama en todo el país que, al paso de los años, se mantuvo solo en una parte: la que se refería a Cádiz como ciudad gay.
En su amplia trayectoria en estudios de historia de la sexualidad, Vázquez ya se había topado con diversa documentación que hacía referencia a la fama de Cádiz. Artículos de prensa y referencias en la literatura (como la Oda a Walt Whitman de Lorca en la que se habla de los “sarasas de Cádiz”) que ahora ha analizado hasta encontrar el origen de la asociación. “Todo comenzó el lunes 17 de octubre de 1898, cuando el director del periódico conservador El Nacional, Adolfo Suárez de Figueroa, y diputado, publicó el artículo titulado El reino de Sarasa”, detalla Vázquez en su estudio.
En aquel artículo acusaba al gobernador Ribot de haber legalizado la prostitución masculina. Por entonces, algunos hombres compartían prostíbulo con las mujeres, pero así como ellas tenían su "servicio de higiene", una cartilla sanitaria, ellos no contaban con esa regularización. Los sirvientes de mancebía recibieron por parte del gobernador un volante que les distinguía como gaditanos entre los 200.000 soldados que desembarcaron en Cádiz de la Guerra de Cuba. Se trataba de saber quién era quién cuando se producían altercados callejeros, que no eran pocos. Y ese volante fue el origen de la discordia.
Ribot estaba casado con la hermana de Antonio Maura (destacada figura del Partido Liberal, que gobernaba entonces) y emparentado con Germán Gamazo, ministro de Fomento de Sagasta. Con estos mimbres, el caso no tardó en saltar a la prensa nacional como “el escándalo de las cartillas”. Aquellos volantes "no tenían nada que ver con las cartillas sanitarias de las prostitutas”, pero se usaron como arma arrojadiza por los conservadores. Y consiguieron su objetivo: para el 21 de octubre, tanto Ribot como el ministro Gamaza habían dimitido y, con su marcha, se abrió una brecha entre los liberales y en el propio Gobierno.
Los “sirvientes de mancebía” o “estetas de burdel” solían vivir en burdeles femeninos. A diferencia de otros prostitutos que explotaban su hombría, estos estetas solían maquillarse y vestirse de mujer. “Para los marineros, tener sexo con ellos era más barato y no restaba virilidad”, reconoce el historiador. De hecho, su labor, aunque no estaba bien vista, no estaba prohibida. Eso no fue óbice para que Cádiz se convirtiera en ejemplo de la decadencia que atravesaba España como potencia, “de la ignominia y del vicio”, como recogen artículos de la época. “La crisis de la nación y la crisis de la frontera entre sexos aparecían como caras de una misma moneda”, añade el catedrático.
Nada pudieron hacer las clases adineradas gaditanas para quitar el sambenito a la ciudad, justo cuando Cádiz intentaba pujar como destino para el creciente turismo. “Por un motivo que se desconoce y que sería interesante profundizar”, dice Vázquez, España olvidó el escándalo político y se quedó con su consecuencia. Ya en el franquismo, la conexión entre lo denotativo y lo connotativo “parecía quedar totalmente rota”. “Ser de Cádiz” se convirtió en sinónimo de “ser homosexual con mucha pluma”.
El suceso se reelaboró una y otra vez, en cada ocasión con orígenes distintos y sin base histórica alguna. Con la llegada de la democracia, la fama de Cádiz perdió su cariz negativo y se asoció a la libertad. Hoy, incluso en la prensa local se ha llegado a hablar de aprovechar esta fama para atraer turismo gay. A Vázquez le parece toda una paradoja: “La vergüenza que experimentaron los gaditanos de principios del siglo XX se ha convertido en orgullo para un mismo fin, atraer el turismo”.